Nadie diría que el espino es el chico popular de parques y veredas. Jamás será tan alto como un roble ni tan vistoso como un jacarandá. A pesar de sus ramas que bailan formando nudos y torsiones, perfectas para acoger nidos de diucones y canasteros, no se ha visto jardinero que lo prefiera ante la prestancia y elocuencia de, por ejemplo, un peumo.
Entre sus hojas brillantes y ondulantes, construidas de tanto carácter que al plegarlas perfuman hasta la mano más grande, el peumo guarda un gran secreto. No son sus frutos rojizos que lo visten en otoño, ni tampoco sus florecitas en racimos, sino una red tan profunda, como las raíces de su mejor amigo, el espino.
Cuando el sol pega incansable sobre la tierra y la sombra es tan escasa como el agua. Cuando compañeros imprescindibles y de nombre importante como nitrógeno o fosfato, han dejado de habitar el suelo y a los árboles no les queda más que buscar otro lugar donde vivir, el buen amigo espino llega con una buena nueva. Acacia caven, como le dicen los estudiosos, enraiza con su poder simple y trae de vuelta, para todos, al esencial nitrógeno.
Al espino no le importa parecer un árbol simple, confía en la gracia de su tenue verdor y en sus tímidos pompones de flores amarillas. Se sabe deslumbrante en suelos rústicos y pobres, donde ni las hierbas más entusiastas logran habitar. Ahí se luce este leñoso, reunido con otros famosos de enriquecer la tierra. Invisibles a nuestros ojos, deslumbrantes entre raíces, cuando se encuentran los populares, se les nota que son felices. Hongos y bacterias, antiguos compañeros, son como los mosqueteros cuando aparece el espino. Formando nodos y esferas en sus raíces, juntos, convierten deteriorados universos en finales felices. Y así, subterráneas, aparecen nuevas oportunidades de bosques y jardines frente a nuestras narices.
En una simbiosis virtuosa de fusiones y acuerdos milenarios, hongos, bacterias y espinos se unen para hacer que olvidadizas moléculas de nitrógeno y fósforo, vuelvan a alimentar trevos, huinganes y peumos. En una avanzada silenciosa e invisible, espinales jóvenes y abuelos, convocan una fiesta subterránea para transformar el suelo e invitar de nuevo, al elegante y agradecido peumo.
¿Has visto peumos cerca de espinos? ¿Sabías que el espino no es el único árbol que rescata amigos?
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